martes, 25 de mayo de 2010

Vuelvo a mi barrio

Después de mucho tiempo, he vuelto al barrio. El trabajo, las ocupaciones, el día a día… la vida en sí nos va llevando de un sitio a otro, y no sólo de un espacio concreto a otro, sino, también en los que atañen al corazón, al alma.

Este ha sido mi caso los últimos meses: diversos acontecimientos en mi vida, viajes por motivos laborales, alguna que otra pequeña gran decepción, comenzar y recomenzar. Al fin y al cabo, estos aspectos de mi existencia son intrínsecos y no únicamente a mi persona, pues todos los seres humanos, somos semejantes.

Por eso cada uno de nosotros sabe lo que es tener frío o calor, hambre y sed, sueño y padecer cansancio. Y también sabemos, porque lo experimentamos y porque deja secuelas mucho más indelebles que lo experimentado físicamente, que las penas, son lo contrario a las alegrías y que el dolor es la antítesis del placer. Sufrimiento y gozo. Risas y llantos. La distancia que media entre estos vocablos no es sólo corta sobre el papel; en la vida, en la mayoría de las ocasiones no existe la i griega que separa ambos conceptos.

Por fin he vuelto a Astrabudúa. He regresado al barrio. Vivo, he vuelto vivo a casa. Y eso me hace sentir muy feliz. Jamás pensé que podía echarlo tanto de menos, pero no por el barrio en sí, sino porque existen momentos en la vida de todas las personas en las que recordamos y extrañamos las cosas cotidianas y los aspectos más simples y sencillos de nuestras vidas, por no decir mundanos. Y en mi caso y en el de la humanidad entera lo cotidiano reside en nuestro entorno, en nuestra ciudad, pueblo o localidad.

Astrabudúa es algo más que un barrio más o menos feo, más o menos bonito. No se trata únicamente de una localidad más; para muchos es nuestro lugar de residencia desde que nacimos, aquí es donde amamos, lloramos y reímos. Aquí es donde late nuestro corazón más veces durante nuestra existencia y, también, es nuestro lugar de descanso después de una agotadora jornada de trabajo. En pocas palabras: ¡en Astrabudúa vivimos!; pero no en el sentido del verbo habitar.

No deseo aburrir más. Sólo me resta comunicar a mis convecinos que, gracias a Dios, ya estoy de vuelta y que, aunque he estado lejos, nunca me ha faltado información de lo que ha pasado en nuestro barrio. Por eso, sé que falleció Bienve, que hay un nuevo puesto de aceitunas en el mercado, que han puesto otro semáforo en la circunvalación, que se celebró el Día del Libro y que al hijo pequeño de Víctor, el del bar, le zurraron en una pelea.

Sin embargo, existe algo que me llena de más gozo y alegría. Y es que al barrio también llegó la primavera. Y los parques y las plazas están llenas de niños y niñas que juegan con el balón o la bicicleta. que ríen a carcajadas, ésas que estaban en hibernación durante el invierno.

Señor, en Astrabudúa también vive la Esperanza. Iturrimingo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bien venido, ya te hechabamos de menos.
CHIHIRO