jueves, 28 de octubre de 2010

La luna descubierta


La luna se asomó y en el barrio permanecimos ajenos a su presencia... a su mirada.

Sin embargo, al terminar de subir por la cuesta de la iglesia la vi cuando poco la restaba para ocultarse tras los rascacielos.

Ella sintió mi mirada y se supo descubierta -pero, ¿cómo puede la bella luna desfilar por el firmamento sin llamar la atención?-.

Al vernos, ella trató de acelerar su discurrir, pero, ay, luna, luna, las leyes del universo requieren su tiempo y, por más se empeñó, no logró evadirse y tuve la oportunidad de fotografiarla y dejar constancia de su paso por nuestro barrio, como en tantas ocasiones hace y lleva haciendo incluso mucho antes de que este lugar se llame Astrabudúa, aunque crea que no advertimos su presencia.

Iturrimingo

viernes, 24 de septiembre de 2010

Uan, uan, uan.

Sinceramente, lo primero que pensé es que Karmele se había vuelto loca y ya había decorado el escaparate de su establecimiento con motivos navideños. Tampoco sería de extrañar, pues, no son pocos los lugares y las tiendas que cada vez adelantan la decoración de Navidad para ver si venden algo más de lo habitual y, sobre todo, en estos momentos de crisis (y no sólo económica). Pero, la verdad, colocar guirnaldas, lucecitas de colores y una enorme estrella a mediados de septiembre, me pareció, cuanto menos, atrevido.

Sin embargo, mi naturaleza curiosa me impedía no acercarme hasta el escaparate y comprobar, de cerca, que mis ojos no me engañaban. Pero, en esta ocasión, sí lo hacían.

No se trataba de ningún adorno navideño, sino una decoración inspirada en el budismo como evidentemente lo demuestra el Buda recostado que puede apreciarse en las imágenes.

Completan el escaparate una tela en la que aparece la Rueda de la Vida, las ya citadas lucecitas y varios objetos más. Sin embargo, por más que se mire y remire, no veo al monje con su vestimenta color azafrán moviendo continuamente el manikor ni repitiendo un mantra. Supongo que hará su aparición durante el horario de atención al público y no durante la noche, momento en el que tomé las fotografías.


De todos modos, creo que me quedaré sin ver al monje, porque no tengo, por el momento, intención de fotodepilarme las piernas (que no se enfade Karmele conmigo). Aunque, pensándolo mejor, podría esperar en la puerta cuando abran o cierren para verle y saludarle y debatir un poco acerca del modo feudal en el que el Dalai Lama trataba a su pueblo y por qué es el único líder espiritual del mundo que cobra por sus apariciones en público.

Bien pensado, no pondría al monje en un brete y me limitaría a charlar con él sobre su fe. Podría resultar un bonito e interesante intercambio de opiniones acerca de la reencarnación budista y la resurrección cristiana.

Por el momento, me quedo en la puerta sentadito sobre mis piernas, en posición de meditación y repitiendo “uan, uan, uan...”. Tal vez, mientras espero, alcance la perfección y comience a levitar.

Francamente, no lo creo.

Uan, uan, uan...

Iturrimingo



lunes, 20 de septiembre de 2010

Scotland, Astrabudland


Quienes me conocen, saben de mi admiración por el bello sonido de la gaita. Los que no me conozcan, ahora ya lo saben. Por eso, ayer domingo, disfruté de lo lindo escuchando a la Reading Scottish Pipe Band (Banda de Gaitas Escocesas de Reading).

Esta banda no es la primera vez que nos visita; el pasado año también se acercó por estos lares y nos deleitó con sus marchas, melodías y marcial puesta en escena que nunca deja indiferentes a quienes presencian una actuación de cualquier banda de gaitas.

Del año pasado, recuerdo que el major de la banda era un corpulento hombre de barba blanca y que desfilaron bajo la lluvia, lo cual no hacía más que ambientar su actuación, evocando a la lluviosa tierra de Escocia.

Sin embargo, para el que no lo sepa, Reading es una ciudad del sureste de Inglaterra y no de Escocia. Por lo que más de uno y de una de los que ayer estuvimos escuchando atávicas melodías escocesas, se llevará un chasco al conocer, realmente, que no disfrutaban de la visita de sus indomables hermanos de las Highlands (véase el mito de Aitor y su unión con una princesa escocesa).

Ignoro si el origen de los gaiteros y gaiteras de esta banda es ciertamente escocés. Pero, en este caso, el sonido evocador de sus gaitas y las melodías traídas desde Glasgow, Edimburgo y el lago Ness, no venían directamente desde tan lejos, sino a través de la imperial Inglaterra.

¡Dios Salve a la Reina y nos guarde de los Braveheart de allí (y de aquí)!.

Iturrimingo.

P.D.: Para saber más de la Reading Scottish Pipe Band, pueden dirigirse a su página web (http://www.readingscottish.org/), en la que podrán visionar algunas fotografías de su anterior visita a Astrabudúa en la sección de pictures/video y descubrir que los descendientes de los pictos también son humanos.

miércoles, 2 de junio de 2010

Escultura en el Oratorio parroquial

En Astrabudúa también hay espacio y lugar para la oración y el trato con Dios. Se trata del oratorio recientemente inaugurado en nuestra parroquia.

En el centro del oratorio se ha instalado una curiosa escultura que alberga el sagrario y cuyo autor es el artista baracaldés Javier Santurtún.

Precede a estas líneas un vídeo, realizado por el propio escultor, en el que se muestra el proceso de elaboración de la escultura del oratorio y que considero puede ser interasante, no sólo por el valor artístico, sino también por el histórico, sin olvidar que satisface la curiosidad de conocer cómo trabaja un artista.

Más información acerca de Javier Santurtún en el siguiente enlace: http://santurtun.com/

Iturrimingo

martes, 25 de mayo de 2010

Vuelvo a mi barrio

Después de mucho tiempo, he vuelto al barrio. El trabajo, las ocupaciones, el día a día… la vida en sí nos va llevando de un sitio a otro, y no sólo de un espacio concreto a otro, sino, también en los que atañen al corazón, al alma.

Este ha sido mi caso los últimos meses: diversos acontecimientos en mi vida, viajes por motivos laborales, alguna que otra pequeña gran decepción, comenzar y recomenzar. Al fin y al cabo, estos aspectos de mi existencia son intrínsecos y no únicamente a mi persona, pues todos los seres humanos, somos semejantes.

Por eso cada uno de nosotros sabe lo que es tener frío o calor, hambre y sed, sueño y padecer cansancio. Y también sabemos, porque lo experimentamos y porque deja secuelas mucho más indelebles que lo experimentado físicamente, que las penas, son lo contrario a las alegrías y que el dolor es la antítesis del placer. Sufrimiento y gozo. Risas y llantos. La distancia que media entre estos vocablos no es sólo corta sobre el papel; en la vida, en la mayoría de las ocasiones no existe la i griega que separa ambos conceptos.

Por fin he vuelto a Astrabudúa. He regresado al barrio. Vivo, he vuelto vivo a casa. Y eso me hace sentir muy feliz. Jamás pensé que podía echarlo tanto de menos, pero no por el barrio en sí, sino porque existen momentos en la vida de todas las personas en las que recordamos y extrañamos las cosas cotidianas y los aspectos más simples y sencillos de nuestras vidas, por no decir mundanos. Y en mi caso y en el de la humanidad entera lo cotidiano reside en nuestro entorno, en nuestra ciudad, pueblo o localidad.

Astrabudúa es algo más que un barrio más o menos feo, más o menos bonito. No se trata únicamente de una localidad más; para muchos es nuestro lugar de residencia desde que nacimos, aquí es donde amamos, lloramos y reímos. Aquí es donde late nuestro corazón más veces durante nuestra existencia y, también, es nuestro lugar de descanso después de una agotadora jornada de trabajo. En pocas palabras: ¡en Astrabudúa vivimos!; pero no en el sentido del verbo habitar.

No deseo aburrir más. Sólo me resta comunicar a mis convecinos que, gracias a Dios, ya estoy de vuelta y que, aunque he estado lejos, nunca me ha faltado información de lo que ha pasado en nuestro barrio. Por eso, sé que falleció Bienve, que hay un nuevo puesto de aceitunas en el mercado, que han puesto otro semáforo en la circunvalación, que se celebró el Día del Libro y que al hijo pequeño de Víctor, el del bar, le zurraron en una pelea.

Sin embargo, existe algo que me llena de más gozo y alegría. Y es que al barrio también llegó la primavera. Y los parques y las plazas están llenas de niños y niñas que juegan con el balón o la bicicleta. que ríen a carcajadas, ésas que estaban en hibernación durante el invierno.

Señor, en Astrabudúa también vive la Esperanza. Iturrimingo